Mariano Ignacio Prado: Derrota en la Guerra del Pacífico e ineptitud militar del presidente que desertó frente al enemigo chileno
Cronología de la Guerra del Pacífico en su relación con la deserción de Mariano Ignacio Prado. Haga clic sobre la imagen para ampliarla en una nueva pantalla.
El factor desencadenante de la deserción del presidente Prado fue la acumulación de fracasos militares en la guerra con Chile, resultado en medida significativa de su actuación como Director Supremo de la Guerra.
Mariano Ignacio Prado fue presidente del Perú durante los primeros ocho meses del conflicto con Chile, es decir entre el 5 de abril –fecha de declaración de la guerra– y el 18 de diciembre de 1879 –fecha de su deserción–. Sin embargo, innecesariamente y por propia iniciativa, Prado añadió a sus responsabilidades como jefe de estado las funciones de comandante general del ejército y la marina. Su autonombramiento como Director Supremo de la Guerra se produjo a través de un decreto emitido el 16 de mayo de 1879. En el dispositivo, el mandatario precisó que era indispensable y urgente la necesidad que asuma el mando como general en jefe de las fuerzas de mar y tierra. El instrumento legal no indicó las razones por las que el presidente consideró “indispensable y urgente” que el Perú lo nombrara comandante general de las fuerzas armadas.
Durante su gestión como Director Supremo de la Guerra, el Perú perdió la fragata Independencia –su mejor y más moderno navío– en el desastroso combate de Iquique. Debió sobrellevar el sacrifico heroico de Miguel Grau –la esperanza ofensiva y defensiva del Perú– y la pérdida del monitor Huáscar en el combate de Angamos. Tras ambas derrotas y con la captura de la cañonera Pilcomayo, Chile pasó a dominar la costa del Pacifico Sur y con ello el futuro de la guerra. En tierra los resultados tampoco fueron positivos para Prado pues las fuerzas peruanas fueron vencidas en los combates de Pisagua y San Francisco.
La derrota experimentada en San Francisco –y el consiguiente avance hacia el norte del enemigo chileno– pesó definitivamente en el ánimo de Prado para decidir su huida. Fue así como el 26 de noviembre de 1879, súbitamente, Mariano partió hacia Lima. Entregó el mando de las fuerzas peruanas en Arica al contralmirante Lizardo Montero –para quien creó el cargo de jefe superior político y militar de los departamentos del sur– y se embarcó en ese puerto, de incógnito, en el vapor Limeña de la compañía inglesa Pacific Steam Navigation Company.
Al día siguiente de abandonar el mando, las fuerzas peruanas vencieron al enemigo chileno en la batalla de Tarapacá. No obstante, las tropas vencedoras, exhaustas y faltas de pertrechos, debieron retirarse hacia Arica, con lo que el Perú perdió el dominio del departamento de Tarapacá.
Volviendo al análisis de la abrupta salida de Prado hacia Lima, debe hacerse notar que el 28 de noviembre tres naves chilenas establecieron el bloqueo de Arica. Si Mariano hubiera demorado dos días en salir de ese puerto no hubiera podido escapar por vía marítima…
El diario El Nacional, publicado en Lima el 29 de noviembre de 1879, resumió de la siguiente manera los resultados de la guerra bajo la Dirección Suprema de Mariano Ignacio Prado (1):
En el corto espacio de cuarenta días, ha ido muy lejos el triste itinerario de nuestros desastres y los días 8 de octubre, 2, 19 y 20 de noviembre, recordando las fechas nefastas de Angamos, Pisagua, San Francisco e Iquique, llevarán a la posteridad en los bronces de la historia todos estos cúmulos de desgracias:
– La pérdida de nuestro poder marítimo;
– La pérdida de nuestros mejores blindados;
– La pérdida del contraalmirante Grau y nuestros más dignos marinos;
– La pérdida de la campaña naval;
– La pérdida de Pisagua;
– La pérdida de su fortificación y artillería;
– La pérdida de muchos de nuestros soldados, nuestros heridos y prisioneros;
– La pérdida de una vía férrea militar de cincuenta millas, con las importantes posiciones del Hospicio, Dolores, Santa Catalina y Agua Santa, y entre medio de éstas la inexpugnable y estratégica altura del cerro San Francisco;
– La pérdida de nuestros parques, armamentos y cañones;
– La pérdida de nuestros almacenes y depósitos de víveres;
– La pérdida de la primera campaña terrestre;
– La pérdida de Iquique con sus fortificaciones, artillería, ferrocarril de 26 millas y telégrafos, y
– La pérdida de Patillos con su ferrocarril y telégrafos hasta Lagunas.
Todo esto quiere decir que hemos sufrido:
– La pérdida de nuestro territorio hasta el grado 19;
– La pérdida de más de 1,800 leguas cuadradas de la superficie del Perú;
– La pérdida íntegra del departamento de Tarapacá;
– La pérdida de cerca de 200,000 habitantes de población;
– La de nuestros ferrocarriles y telégrafos por cerca de doscientas millas, importantes más de 20,000,000 de pesos fuertes;
– La pérdida de los tres puertos de Patillos, Iquique y Pisagua y sus correspondientes caletas;
– La pérdida de 20,000,000 de pesos fuertes en oficinas salitreras;
– La pérdida de 1,800 millas de terrenos salitrales, importantes 28,000,000 de libras esterlinas, o sea 140,000,000 de pesos fuertes;
– La pérdida de nuestras rentas de guano y salitre, importantes, libremente, 10,000,000 de pesos por año, en metálico y en fin…
– La pérdida de la integridad y los más caros derechos del Perú, como nación independiente y soberana!!!
Por todos los poros de nuestro organismo mana la sangre de nuestra vergüenza y del vilipendio que un puñado de funcionarios, indignos por su ineptitud, han echado sobre la república...
Decreto de Mariano Ignacio Prado autonombrándose Director Supremo de la Guerra, 16 de mayo de 1879
Ineptitud militar de Mariano Ignacio Prado
Para ejercer la dirección de la guerra con Chile, el país necesitaba un líder adecuadamente preparado, con formación militar actualizada y experiencia castrense. Prado nunca fue un soldado; fue un político que hizo a otros empuñar las armas en beneficio de sus conspiraciones. Muchos de estos episodios terminaron en derrota para él, particularmente los más cercanos en el tiempo a los años de la Guerra del Pacífico.
La formación académica de Prado incluye algunos estudios de abogacía realizados en el Convictorio de San Carlos. Su primer contacto con las armas –si puede llamársele así– se produjo en 1854, cuando participó en la revuelta de Castilla contra Echenique. Por su intervención en esa conspiración, a fines de ese año recibió el grado de teniente coronel del ejército. En la siguiente década, Prado desempeñó diversas prefecturas y jefaturas políticas departamentales. En 1865, siendo prefecto de Arequipa, se levantó contra el régimen de Pezet, en protesta por el tratado Vivanco-Pareja firmado por ese gobierno con España. Dicha acción originó que sea designado presidente de la república el 25 de abril de ese año. Su gobierno adquirió el carácter de dictadura el 26 de noviembre de 1865.
Siendo Prado dictador del Perú se produjo en el Callao el combate del 2 de mayo de 1866 contra la flota española. Ésta venía de bombardear Valparaíso inmisericordemente el 31 de marzo de 1866. Intentó hacer lo mismo en el Callao pero fue rechazada por las baterías peruanas. Alcanzaron la gloria en ese combate un selecto grupo de peruanos, entre los que la Historia recuerda especialmente el nombre del coronel José Gálvez, secretario de Guerra de Prado y director de las fuerzas peruanas en el teatro de operaciones. Gálvez murió hecho pedazos por una explosión en la torre de La Merced.
Prado no podía desaprovechar el sacrificio glorioso de su ministro. A partir del combate del Callao, Mariano comenzó a autoproclamarse como “héroe del 2 de mayo”, no obstante que en ningún momento de esa jornada épica estuvo presente en las baterías del Callao (2). Su relación con el combate del 2 de mayo se limitó a su desempeño en ese momento como dictador del país. Por ese hecho, en octubre de 1866 Chile nombró a Prado como general de división del ejército chileno (3).
Siendo Mariano Ignacio Prado dictador del Perú debió enfrentar la sublevación de Diez Canseco en Arequipa. En lo que podría considerarse un anuncio de los fracasos que le esperaban en la guerra con Chile, mariano fue derrotado militarmente por el rebelde Diez Canseco. A lo largo de ochenta días, entre el 16 de octubre de 1867 –fecha en la que Prado llegó a Islay– y hasta el 5 de enero de 1868 –en que el dictador se retiró al Callao– el autotitulado “héroe del 2 de mayo” bombardeó e intentó tomar por asalto Arequipa en dos ocasiones, siendo rechazado en ambas oportunidades.
Como consecuencia del fiasco militar en Arequipa y el consiguiente éxito de la sublevación de Diez Canseco, Prado dimitió el 5 de enero de 1868 y se embarcó para Chile cinco días después. Llegó a Santiago ostentando el grado de general de división del ejército chileno, que le había sido conferido por la nación del sur. Residió en Chile por cinco años en los que estuvo dedicado a explotar una mina de carbón de piedra en Carampangue y a organizar el embellecimiento del Paseo Santa Lucía de Santiago, obra de la cual fue principal responsable.
En 1873 Prado regresó al Perú. En abril de ese año fue ascendido por el poder ejecutivo a general de brigada del ejército. Obviamente, sustentaron la promoción de Prado conveniencias políticas y no merecimientos militares. Debe tenerse presente que en 1873 desempeñaba la presidencia don Manuel Pardo, quien siete años antes había sido secretario de Hacienda del propio Prado, durante la dictadura del ascendido exembellecedor de la ciudad del Mapocho.
Reintegrado a sus actividades políticas, Prado fue electo diputado por Cañete en 1874. El 31 de enero de 1875 se presentó como candidato presidencial para las elecciones de octubre de ese año. En todo el país los comicios primarios fueron sangrientos. Los resultados finales de la elección dieron como ganador a Prado y fueron dados a conocer siete meses después, el 7 de mayo de 1876. El 2 de agosto siguiente, Mariano Ignacio Prado asumió la presidencia del Perú, la que desempeño por tres años y cuatro meses, hasta el día de su deserción en el vapor Paita, el 18 de diciembre de 1879.
Ha sido necesario practicar esta revisión de la vida de Prado para sustentar la afirmación que Mariano fue un político ambicioso y hábil para utilizar en provecho propio los vínculos que supo establecer con otros políticos en ascenso o en el poder. Más aún, evidenció una clara disposición para capitalizar en su favor glorias ajenas, como la del sacrificio de José Gálvez, su secretario de Guerra, en el combate del Callao del 2 de mayo de 1866. Como ya se ha explicado, a pesar de no haber participado en el hecho de armas ni haber estado presente en las baterías del Callao, Prado fomentó se le llamase “héroe del 2 de mayo”, título que le confirió inmerecido prestigio.
Sin embargo, su aventurerismo político no confiere a Mariano Ignacio Prado calificaciones como militar ni como líder de una nación en guerra. Prado nunca fue realmente un soldado, mucho menos un verdadero comandante. Si tuvo algún limitado –y últimamente infructuoso– contacto con las armas antes del conflicto con Chile, lo fue en razón de su actuación como conspirador o atendiendo al logro de sus designios políticos. Las promociones que obtuvo en el escalafón no respondieron a méritos ni logros militares. Los ascensos que logró en la jerarquía castrense fueron obra de políticos –en el Perú y en Chile– agradecidos por sus servicios políticos.
No siendo un soldado a carta cabal, Prado carecía de los conocimientos, aptitud y experiencia para desempeñar la Dirección Suprema de la Guerra contra Chile. Su falta de liderazgo y su ineptitud militar se encuentran en medida importante detrás del desastre peruano en los primeros ocho meses de la Guerra del Pacífico. También explican en proporción significativa, mas no totalmente, su deserción del Perú el 18 de diciembre de 1879.
Fuentes citadas
(1) Benjamín Vicuña Mackenna. 1893. Historia de la Campaña de Tacna y Arica 1879-1880. Santiago de Chile: Rafael Jover editor, segunda edición, pp. 82-84.
(2) Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. Lima: Editorial Universitaria, sexta edición corregida y aumentada, vol. 7, p. 222.
(3) Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. Lima: Editorial Universitaria, sexta edición corregida y aumentada, vol. 5, p. 343.
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